Por Elmer López Lutz


 

La sanción de CONCACAF hacia los equipos hondureños Olimpia y Motagua está fuera de orden, es extremadamente exagerada, parece ser un capricho, y constituye una seria amenaza al futuro del fútbol de Honduras.

Nuevamente CONCACAF muestra su saña al afectar directamente a dos equipos hondureños cuando injustamente los obliga a jugar sus partidos de local fuera del Estadio Nacional de Tegucigalpa, en el Estadio Olímpico de San Pedro Sula y a puertas cerradas.

La sanción impuesta por este organismo está fuera de orden, pues en primer lugar está sancionando a los equipos hondureños en base a un acontecimiento de violencia acontecido en otro torneo como lo es el Campeonato de la Liga Nacional de Fútbol Profesional de Honduras, y no en el Torneo CONCACAF LEAGUE, que es el que CONCACAF patrocina.

En segundo lugar, está fuera de orden porque los mencionados acontecimientos ocurrieron fuera del estadio y no durante el desarrollo del encuentro, pretendiendo hacer responsables a los clubes contendientes, cuando el organismo responsable de brindar la seguridad fuera de los estadios es la Policía Nacional. Por eso se celebra una conferencia de prensa con anterioridad a los partidos, en donde los clubes de fútbol delegan la responsabilidad en la Policía Nacional, quien asume el control de la seguridad del espectáculo dentro y fuera de los estadios. Sin embargo, se pretende inculpar a los clubes aplicando artículos tan ridículos como el Artículo 65 del Código Disciplinario de la FENAFUTH que culpa al club local por cualquier acontecimiento de violencia ocurrido no sólo fuera del estadio, sino en la ciudad sede del encuentro. Para poner un ejemplo de la ridiculez del mencionado artículo, bien podría un jugador del equipo visitante, ser agredido por un compañero de equipo en el hotel de concentración, o por un delincuente común al salir de su casa, y aparecer ante los medios con un vendaje en el ojo, manifestando que fue ocasionado por la barra del equipo contrario.

Además, la CONCACAF asume que fueron los integrantes de las barras de los equipos los que cometieron los delitos, cuando no existe ninguna prueba, pues hasta la fecha de hoy, no hay ningún miembro de las barras detenido a quien se le haya demostrado su participación en el mencionado acto. Recuerden que cualquier delincuente se puede poner la camiseta de un equipo sin que eso constituya una prueba válida. Además, la violencia fuera de los estadios de fútbol no es un problema que sólo debe señalar a los equipos hondureños, ya que es el reflejo de la desintegración social en la cual está inmerso nuestro país, pero que también ocurre en países como México y hasta en el mismo Estados Unidos, ya que con más frecuencia todos somos testigos de masacres en discotecas, en iglesias, en centros comerciales, y hasta en la vía pública, sin que nadie pueda hacer algo en prevenirlas.

La sanción de la CONCACAF a los equipos hondureños es extremadamente exagerada, pues en ningún otro organismo del fútbol mundial se aplica este tipo de castigos. Tomo como ejemplo, el pasado castigo impuesto por CONCACAF al Olimpia en el TORNEO CONCACAF LEAGUE 2018, donde además de una multa económica, se le aplicó un castigo de 6 partidos de suspensión en su estadio y tener que ir a jugarlos a puerta cerrada en el Estadio Olímpico de San Pedro Sula (ver artículo: “Sanción de CONCACAF a Olimpia, Un Castigo Sin Precedentes en la Historia del Fútbol”, latribuna.hn, 16 de noviembre, 2018), donde demostré que ni la UEFA, ni la Conmebol, ni en el fútbol mexicano, se han aplicado castigos tan severos como los que CONCACAF aplica a los equipos hondureños.

La sanción de CONCACAF a los equipos hondureños parece ser un capricho. Siendo que en la dirigencia de CONCACAF hay un canadiense, que, conociendo el resultado favorable del partido inicial del equipo canadiense, obligó, sin esperar los resultados de la investigación, a los equipos hondureños, a jugar sus partidos de vuelta fuera de su estadio, fuera de su ciudad y a estadio vacío. Y que ahora, producto de la eliminación de su equipo, continúa castigando a los equipos hondureños prolongándoles la misma sanción.

Por último, la sanción de CONCACAF a equipos hondureños constituye una seria amenaza al futuro del fútbol hondureño, ya que atenta directamente contra la economía de sus clubes, pues sabiendo que las taquillas constituyen el medio de supervivencia en la difícil situación económica que los equipos atraviesan, no les importa afectar su fuente de ingresos, al obligarlos hasta a saber cuándo (hasta que su economía colapse), a jugar sus partidos de local a puerta cerrada y fuera de su ciudad sede.

Pero con lo que CONCACAF no cuenta, es con la capacidad de los equipos hondureños en sobreponerse a situaciones adversas, tal como ya lo demostró el Olimpia, al ganar la primera edición del TORNEO CONCACAF LEAGUE en el año 2018, contra todos los pronósticos y contra los castigos que de forma arbitraria CONCACAF le impuso. Por lo tanto, no nos extrañemos que la final del actual torneo CONCACAF LEAGUE sea disputada entre Olimpia y Motagua, para sorpresa de los que injustamente nos oprimen y para la alegría de nuestras enormes aficiones.

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